miércoles, 23 de octubre de 2013

La Cabeza y el Arte

Con frecuencia vemos representadas a las personas retratadas, durante toda la historia del arte, con la cabeza cubierta, ya sea con un sombrero, un velo, un turbante, una corona... y la verdad es que la mayoría de veces que lo vemos estamos observando alguien importante, quizás un rey o un emperador, un importante caudillo, los apóstoles con su aureola, un burgués, la virgen... en definitiva, "un alguien importante".

Como podemos ver en el Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa,

 ambos llevan algún elemento que les cubre la cabeza. 
En este cuadro, obra del pintor flamenco Jan van Eyck, aparecen un rico mercader junto a su mujer. Este fue mercader que prosperó hasta alcanzar un alto nivel social en la ciudad de Brujas (Bélgica); y posiblemente el momento que vemos reflejado en la composición sea la boda que se llevó en secreto entre ambas personas.
Pues bien, no pretendo hacer un comentario del cuadro, sino destacar el voluminoso sombrero de Giovanni y el velo de un blanquísimo color de la esposa. Es un claro ejemplo de que (además de que raramente se retrataban pobres, campesinos o currantes, así que no sabemos si le ponían gorros o no) los sombreros y en definitiva todos los elementos que sirven para cubrir la cabeza otorgaban al retratado un alto rango en la sociedad.


Pues bien, ahora empieza de lo que de verdad quiero hablar.

Observando todo esto, los publicistas no iban a ser menos, y fijándose en grandes autores del arte, colocarán a lo largo de la historia de la publicidad elementos cubre-cabezas, en sus campañas publicitarias. De esta forma consiguen que el comprador relacione el producto anunciado con un mayor nivel de calidad, de nivel, lo relacionen, por qué no, a un alto rango de la sociedad. 

La verdad es que al observar la siguiente imagen no salía de mi asombro, es, y puedo prometerlo, una sensación que no puedo calificar con ningún adjetivo. Me quedé como atontando, viendo hasta que nivel llegan ciertas marcas de ropa y calzados para llamar la atención de sus compradores. 


Como podemos observar, al publicista de turno se le ocurrió el mismo recurso visual que a Jan van Eyck para atraer a su cliente: colocar un elemento diferenciador sobre la cabeza para dar un mayor nivel de... un mayor nivel.
Es una imagen que impresiona a simple vista, y creo que no me lo podréis negar (si no lo  habéis visto con anterioridad). Ya no sólo por el amarillo piolín del fondo, ni los alborotados pelos de un perfecto pelo castaño al más puro estilo L'Oreal. 
Es una imagen, que quieras o no, necesitas observarla dos veces para poder digerirla sin necesidad de bicarbonato.
Es más, la cara de la chica de la fotografía, que tiene unos bonitos ojos y un gesto totalmente llamativo, pasa prácticamente desapercibida. El espectador pasa a la persona totalmente a un segundo plano, para observar la bota. Es impresionante la capacidad de esta publicidad de promocionarse y saber captar la atención.
Me entran ganas de comprarme las botas, aunque no me gusten y realmente no las necesite (porque no las uso). O quizás no sea esta sensación, y la que realmente me produce es la de no querer acercarme a la tienda para no ver esa bota. Yo que sé...

Como podemos ver, los publicistas han sabido reutilizar métodos utilizados durante siglos por grandes artistas de la pintura (y también de la escultura), cambiarlos, renovarlos, mezclarlos, combinarlos de nuevas maneras, y un largo etcétera, para luego mostrarlos en sus campañas publicitarias y del mismo modo que unos vendían sus obras al señor adinerado e importante, vender a una amplia masa de personas el producto promocionado.

Y es que realmente la publicidad no podría entenderse sin el arte. No podría entenderse sin el estudio de su historia, el análisis y la percepción de las persona de éste. Y tampoco podría entenderse el arte sin la publicidad; los artistas necesitaban vender para poder comer, necesitaban un salario, o un jornal a final del día, de la semana o del mes para poder cubrir sus necesidades y las de sus respectivas familias; es por eso que debían saber venderse y saber ajustarse a los gustos del comprador, o a unas malas, intentar cambiarlos y conducirlos hacia lo que se quiera vender.

Esta es una pequeña reflexión sobre la publicidad y el arte, cómo se relacionan, y sobre todo cómo utilizan la cabeza en su elaboración, tanto intelectualmente como de soporte o escaparate.


Realmente me lo he pasado bien escribiendo esta entrada, y realmente me he reído mucho pensando en la imagen de la bota. 

Para terminar os dejo otros ejemplos: 

 
                                                                      (Sin palabras...)

1 comentario:

  1. Se nota que te lo has pasado genial... y yo me lo he pasado genial leyéndola. Un placer.

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